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lunes, 25 de marzo de 2013

Treintañeras VI: La que solo sabe que no sabe nada



Ya sé que no tiene nada que ver con la edad. Todos me lo recuerdan de alguna manera. Sobretodo cuando este blog se llama como se llama. Pero es evidente que no fuimos las mismas a los diecipico, ni a los veintipico que a los treintaypico y tampoco lo serenemos en las edades venideras, porque si antes te sentías una adolescente arrolladora y sabelotodo, a los veinte una revolucionaria imparable a los treinta te sentís una duda con patas pero con una sola certeza: que el tiempo pasa y solo sabes que no sabes nada.

Parece que no pero sí. La duda se escurre sigilosa por las hendijas que creíste ingenuamente, haber sellado con años y muchas, muchísimas sesiones de terapia. Silenciosa se arrastra por los polvorientos pisos de tu conciencia hasta que un día de fin de semana, que suelen ser esos días en donde el ocio se transforma en un inmanejable muñeco de trapo, aparece ella y te dice: Hola, soy la Duda y vine a quedarme. No te hagas problema por mí, me arreglo en el sillón, no tengo frío ni calor, no bebo y solo me alimento de vos, tus inseguridades y de las preguntas que nunca quisiste responder, o sea: ¿Que carajo quiero ser o hacer de mi vida?

Mientras se acomoda en tu hermoso sillón, repletísimo de almohadones multicolores, tu gata sale despavorida y ya quisieras tener sus habilidades para seguirla por los tejados, pero como lo hiciste muchos años, te parece que es hora de que te sientes cara a cara con Ella, que hasta se ve medio viejita desde la ultima vez que apareció y le propones hablar a culotte quitado -o tanga o vedetina o bombachudo, lo que sea que uses-.
Así es que por primera vez en tu vida le propones o, mejor, te propones hablar con la verdad, con esa verdad que deja al descubierto que no te hiciste cargo de vos y de lo que te pasaba en lo mas mínimo. La verdad, le decís, es que quiero ser y hacer un montón de cosas y solo me sale lo contrario, absolutamente todo lo contrario. 
Mientras la Duda mira por la ventana como se aleja tu gatita, ríe, en tu mismísima cara, se ríe y se pone descaradamente más rozagante, como mas joven y lozana, como alimentada por ella misma y también por la Contradicción que sigilosa entró sin llamar a la puerta y se acomoda en tu puff rojo pasion.

De repente sos parte de un ménage à trois en donde nadie te pregunto si te copaba la idea, pero como parece que el fiestorro es  imposible de parar, no te queda otra que abrirte paso en el sillón, acomodarte como si fuera el diván de tu psico y proseguir como si ellas te hubieran preguntado: ¿Y vos que pensás de esto, como lo podes relacionar?
Es ahí cuando te colgás nuevamente de la soga de la autocompasión para cruzar y esquivar el arroyo desquiciado de la verdad y le decís a las dos que no es tan fácil encontrar la respuesta y que si la tuvieras, hoy no estarías en tu casa acorralada por dos entrometidas como ellas. Pero la soga queda corta y entonces la caída libre al arroyo te hace confesar que sí, que lo podes relacionar con algo o en realidad con nada, que es lo mismo. Justamente La Nada, ese vacío que te provoca el abismo debajo de tus pies que nace del hecho de hacerte cargo de la vida que querés realmente tener y no de la que alguna vez pensaste que era la correcta o que te hicieron pensar y te la creíste. O sea tomar las riendas del caballo desbocado de la duda y la contradicción y dejarte de joder de una vez por todas.

Justo en ese momento, cuando gritaste esa ultima frase, tu gata te escucho y volvió porque le sonó a orden y ella cuando le dan una orden, obedece. La Duda y la Contradicción, se miraron, miraron a la gata, te miraron y te dijeron: que fabuloso sería si vos obedecieras tus propias ordenes así como lo hace tu gata, eso es todo por hoy.

jueves, 14 de febrero de 2013

Fuck you San Valentin


Ya no ves la hora de que pase de una buena vez la fiesta a la que solo están invitados unos pocos ¿Quiénes? ¡Voilà! Sí, adivinaste: los enamorados. Y si te convertís en una fiel devota de San Valentín: ¿podrás ser merecedora del milagro de conseguir novio antes de las doce? Si la respuesta es “no sé”, leé lo que sigue y aunque no creas en las historias de amor… puede que existan.
Estas a horas del día que ya no querés ni nombrar y no hay noticias de un enamorado que te arrastre el ala ni a diez cuadras a la redonda. ¡Qué digo cuadras!, planetas a la redonda. Sumado a que no sabés si la a ciudad se prende fuego o si los negocios se complotaron para abarrotar su vidrieras con corazones rojos de todos los talles y declaraciones melosas en varios idiomas y hasta en lenguas muertas. Lo que sí sabés, es que camines por donde camines todo venera a San Valentín, un santo que de argento no tiene nada; que te recuerda que no tenés novio y que la única chance de encontrarlo antes de las doce no es justamente rezándole, sino, a lo sumo, con la ayuda de una hada madrina que convierta algún zapallo en un apuesto príncipe azul.
Es tarde a la tarde. Hay luna casi llena. En realidad, más vacía que llena. Vacía de poesía, por lo menos para vos que estás sola en una mesita de bar en una esquina de San Telmo. Aunque en realidad estás acompañada por tu gata Coca que comparte tu mesa sentada frente a vos justo como debe hacerlo una gata bien soltera como su madre: con el pecho erguido, mirando lo importante, relamiéndose la boca y haciendo gala de su atuendo animal print tan kitsch como el tuyo.
Mientras tu mesa para uno se diferencia del resto que sirve picada para dos, pareciera que el reloj jugara carrera contra él mismo y encima se ganara. Tu cafecito doble se transforma en una cervecita bien helada y esta en una cena con postre y otra vez cafecito. El tiempo pasa y los únicos moros en la costa son hombres con regalos escondidos para sorprender a sus mujeres que solo ríen para confirmarle a su Don Juan que son merecedoras del premio al amor.
A segundos de las doce, el tiempo abandona la carrera, la luna se llena y los moros en la costa se paralizan como si hubieran jugado a la mancha estatua. Pero nada de esto ocurre en la mesa de al lado que sigue su curso normal.
Mientras la camarera limpia la miel derramada por unos tortolos que migraron hacia el hotel más cercano, un apuesto caballero le corre el asiento a su acompañante perruno. En ese instante, el tiempo vuelve a sus quehaceres y a que lo inexorable ocurra, así es que marca las doce y justo cuando estás por pedir la cuenta, él distrae al mozo pidiendo un solitario café en jarrito para él y agua para Coco, su perro amigo. Sí, no te acomodes los anteojos porque lo viste bien, hizo el típico y valiente gesto de pedir un café para uno solo en la víspera de San Valentín. Por milagro o por asistencia de un hada madrina en servicio veinticuatro horas, mágicamente las dos mesas para uno se convierten en una para dos.
Te digo que aun así, sigo sin creer en las historias de amor. Pero: “creer o reventar”, dice mi tía. Que las hay… las hay.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Sábado de mínima acción



Sábado de mínima acción. Plaza, la de la vuelta, tampoco andar caminando tanto. Hora, la misma en que todas tus amigas compran dos por uno de entradas de cine mientras su  príncipe azul elige el combo mas grande de pochoclos presto a chapar en la ultima fila de la peor película en cartel –total, ¿que importa?-.

Mientras pisoteas contra le piso un libro de autoayuda convertido en un Manual de Autoatodestrucción y Ensañamiento de solteras incapaces de llevar una relación a buen puerto chocándola una y mil veces con la misma piedra, digo, con el mismo iceberg, haces un serching con el tercer ojo detectando algún ejemplar de macho arrasador que este libre y no haya sucumbido a ninguna minita que a esta hora esta disfrutando de un simulacro de respiración boca a boca infinito o por lo menos de ciento veinte minutos. Hasta que justo por el camino principal de la plaza, como deslizándose por una pasarela un grandote relleno de anabólicos en sudadera flúo pasea un Pitbull mas trabado que él. A ambos, el mundo les queda a la altura de la cadera y vos con tu metro cincuenta tranquilamente podrías aspirar sólo a darle la mano a Aquiles, su talón amigo. Bien sentadita en el banco del final del camino, te haces la distraída pero sabes que nunca pudiste controlar la curiosidad que te da este tipo de personajes así que sucumbís a la lucha interna y te lo quedas mirando  en todo su recorrido. Pensás que si te lo hubieras ganado en una quermés, seguramente se lo regalarías sin pensarlo a la primera fisicoculturista que pasara por ahí. Además tiene el tupé de pasar por delante tuyo como desfilando por las escaleras romanas de la Plaza España con falso Versace y botas texanas mientras te pregunta la hora justo en el minuto en que decidís hacer justicia y le respondés -alzando el cogote para sumar altura- que no tenés reloj de ningún tipo: ni de pulsera, ni de celular, ni solar, ni de arena. Que lástima perdiste tu única oportunidad de conocerme y te pasó por trabado o tarado –pensás mientras haces un esfuerzo por adjetivarlo de la peor manera pero no te sale porque hoy te levantaste benevolente-. Conclusión final del encuentro: ¡olvidate! nunca saldrías con un tipo así.

Ahora no tenés nada que leer ni nadie con quien hablar, así que solo resta seguir con tu mirada láser de Guardién del Espacio a tu cuzquito – o sea, tu perrito sin marca- hasta el infinito y mas allá.
En el preciso momento en que la tarde se vuelve un letargo insoportable ocurre algo del tercer tipo, un caso digno de ser investigado por José de Zer y Fabio Zerpa juntos: tres perros más allá –o sea a una distancia de casi diez metros- alguien realiza el mismo movimiento que vos pero en espejo, o sea, vos te acomodas el pelo con la mano derecha mientras cruzás la pierna izquierda y él se acomoda el pelo con la mano izquierda mientras cruza la pierna derecha – necesité desarrollar en detalle la idea de espejo, si fue redundante, ruego me dispensen-. Él, un ser opuesto a vos –biológicamente hablando tratando de evitar adjetivarlo vengativamente solo por ahora- realiza con timming preciso los mismos movimientos que vos, claro que algo así no pasa todos los días y entonces ese masculino mas singular que nunca se recorta del letargo para prometer, por lo menos hasta el momento, la anécdota haber sido testigo de un milagro inesperado. 

El OMNI –Objeto Masculino No Identificado- viste un llavero móvil a la altura del pasto ¿O es el perrito del enano de la Isla de la Fantasía? ¡Ah, no! es un Caniche de ladrido soprano que hace las veces de espantapájaros y espantamujeres también porque al dueño se lo ve solito mi alma leyendo un libro cuyo título no alcanzas a ver- y como la tarde se pasa y la vida también pensás que es tu oportunidad de sacarle conversación.
Te acercas fingiendo una futura compra al Pirulinero estacionado justo a su derecha mientras que el universo conspira a tu favor cuando decide que la viejita a su izquierda se levante dejando libre ese banco de plaza con forma de butaca de cine que espera ser ocupado por alguien como vos presta a chapar justo con alguien como él, varón de pocos pelos peinar.
- ¿Cómo se llama?
- ¿Perdón?
Te pido por favor que no pidas perdón en la primera cita porque ya empezamos mal -pensás-, te bajonea la gente que pide perdón por todo salvo que Perdón sea el nombre del llavero con patas.
- Digo, que si tiene nombre -le preguntás mientras señalás a su mejor amigo y estoy hablando del perro-.
- Perdón, Tatu, se llama, Tatu como el enano de la Isla de la Fantasía.
Estuvo demás la aclaración –seguís pensando- pero él no tiene porque sabe que viste todas las series ochentonas y noventosas habias y por haber porque preferías eso a salir con las nabas de tus amiguitas que solo pensaban en maquillaje y bandas pop de pacotilla.
Pero sigue habiendo algo que no te convence , en menos de dos frases pidió más perdón que toda la iglesia cristiana en estos últimos dos mil años, la verdad que no le esta poniendo onda a la conversación aunque sólo hayan cruzado dos palabras o la realidad es que hoy tenés fiaca y pocas ganas de remontar una conversación que intuís que se va a quedar en la plaza, al lado del pirulinero que ya grita su habitual ¡lloren chicos, lloren!.
Asi que antes de que se te piante un lagrimón, preferís teñir tu lengua del habitual rojo pirulín y acariciar a tu cuzquito –fiel perro sin marca- que trae en el hocico los restos de tu querido libro de autoayuda, ahora, ex Manual de Autodestrucción.


viernes, 7 de septiembre de 2012

Treintañeras V: la que tiene jefe, quiere dejar de tenerlo pero no sabe cómo



Años de terapia, incontables sesiones de reiki, litros de cerveza y kilos de maníes junto a amigas cansadas de escuchar las mismas historias ¿Todo para qué? Para asimilar que en algún momento el cordón umbilical tiene que caerse aunque ya lo haya hecho físicamente hace treinta años. Ese cordón que te amarra al muelle de tu casa paterna impidiéndote navegar por las aguas de la verdadera independencia.
El punto es que cuando lográs ser la capitana de tu propio barco, la marea y tus decisiones, el destino o Dios –depende en lo que creas- tuercen las velas ¿Hacia donde? Hacia el inevitable muelle de un trabajo con un jefe sonriente que espera amarrarte hasta que vuelvas a invertir en terapia, en reiki, en litros de cerveza y hasta en nuevas amigas.

Así es que mientras las hojas de tu almanaque se arrancan a sí mismas, van pasando los primeros y alegres días de tu nuevo desafío laboral, que se transforman en agitadas primeras semanas de un puesto de trabajo que esta bueno pero no es lo que esperabas, luego en largos meses que afirman que claramente no es lo que esperabas pero paga el alquiler de un departamento que no podrías comprar ni siendo la sobrina de Tío Rico y finalmente terminan siendo interminables años de un trabajo que largarías si supieras que hacer de manera independiente.

Y es que a la hora de pensarse autónomo enseguida nos encontramos lejos de la vorágine capitalista y la imaginación se toma un vuelo directo y sin escalas a la playa, aunque sea en temporada baja, en época de jubilados, familias primerizas y huracanes que para el caso es lo mismo. Siempre pero siempre ese cuadro de situación es mucho más alentador que soportar las histerias de un jefe que se cree un As de espadas porque en su casa es un cuatro de copas.

¿Pero como hago? Es la pregunta que en menos de un segundo te golpea la cara arruinadote el delineado de la mañana temprano y es ahí cuando la lista de los posibles emprendimientos resulta mas larga que la del supermercado luego de meses y meses de colgarte con la compra de la semana: Tu propia marca de ropa o tus propios pacientes, clientes, proyectos, ideas, deseos. La cuestión es lograr tener tu tiempo, tu propio espacio, navegar tu propio barco en las aguas que vos elijas. Sé que es uno de los desafío mas difíciles de afrontar a esta edad o cualquier otra, pero como decía mi amiga en pleno ritual de levante: el  No ya lo tenés así es que solo te queda ir por el Sí.

viernes, 31 de agosto de 2012

366 DÍAS CON ÉL - Concursante del Premio Planeta Digital



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El día en que le dije Te Amo la relación cambió. Cambió para mal.

183 días antes del Te Amo
La historia comenzó por casualidad. Estaba sin ánimos de conocer a nadie. A nadie que me complique demasiado la vida. Una vida que siempre quise llevar y que me costó lograr. Una vida nacida como por revancha de esa otra que dejé que alguien construyera por mí y que no me permití hacer realidad hasta ahora, momento en el que también me pregunto: ¿Cuantas vidas uno puede vestir mientras se vive una sola?

Si me preguntas como lo conocí te contesto que no pasó nada más ni nada menos que lo típico. Noche de chicas solteras en un bar cerca del trabajo y al lado, justo donde las miradas no necesitan de anteojos para ver de lejos, una mesa de  solteros con un solo objetivo: no dormir solos por lo menos por esta noche. Miradas van, risas vienen, los muchachos se entretienen y nosotras que otra vez caímos en el típico juego de aceptar con falsa sorpresa una avalancha de frases robadas sin discreción de sobres de azúcar seguidas, ademas, de un sin fin de acciones estereotipadas en cadena que – a pesar de todo-  le terminaron funcionando a él. A él que una vez más se levantó una minita y a mí que una vez más me dejé llevar por mi libido en alza hasta el punto de que, al día siguiente, estoy en el baño del trabajo, sonriendo frente al espejo y frente a la pregunta en forma de mensaje de texto calentito recién salido de su celular: ¿Salimos?

Y entonces, como pasa siempre, el poder de los Gemelos Fantásticos se activa, pero no para convertirme en cubo de agua, sino en una excelente estratega, experta en manejo de tiempos, ansiedades y modos de respuesta a este tipo de invitaciones. Hago silencio para escuchar la voz de la experiencia que me susurra al oído que en este tipo de situaciones hay dos maneras de reaccionar.
Uno, le contesto al toque sabiendo que él se va a dar cuenta de que estoy esperando su contacto mas que el delivery de comida casera amigo de solitarios incapaces de cocinarse o ,dos, me hago la que no importa ese mensajucho y aún sabiendo que él se da cuenta que me estoy haciendo la Diosa pero que voy a caer como un mosquito, mas temprano que tarde, le contesto al otro día a la hora after office porque es ese momento del día que pareciera que le contesto porque es mi ultimo plan sin que él se de cuenta que es mi único plan.
Aclaración para las chicas: la invitaciones a salir de ninguna forma se contestan a la mañana del día siguiente, porque deschabás al toque tus altísimas ganas de estar con él o con alguien (que no es lo mismo) y luego es dificilísimo limpiar tu imagen de Sola Desesperada. Aclaración para los chicos: si reciben una contestación a la mañana, no necesariamente ella esta muerta por vos, quizás el mensaje lo tenía en la bandeja de salida y se envió sin previa orden.
Chicas: aunque estemos muy interesadas con el muchacho en cuestión lo último que se pierde es el Glam (de Glamour: termino acuñado en la Bolu Sosaiety para describir la condición de fashionista pelermitano venido a menos con aires de venido a mas) y a lo que primero se culpa es a la tecnología. Siempre es mejor decir un “No se que pasó, te juro que nunca apreté Send” a quedar como unas desesperadas.
Volviendo al tema, el problemón es cuando te haces la “Diosa No Me Importa Nada” y te sale mal porque él no contesta y la salida se frustra porque claramente él tomó la rienda de la situación y vos vas volver a ser la Cenicienta que eras sin siquiera haberte probado el zapatito de cristal.

Pero en esta historia él contestó rápidamente y lo que siguió fue lo de siempre: taxi en mi puerta para llegar por mi propios medios –me pregunto porque ya no está de moda el elegante gesto de que te pasen a buscar-, cena, tragos que van y vienen, comentarios político livianos, tanto como para no terminar en bandos contrarios, y muestras gratis de besos tanteadores que tienen por objetivo diagnosticar si todo da para que termine en un único lugar: su/mi cama.


La primera cita fue buena, la segunda muy buena, la tercera excelente y así sucesivamente hasta que la relación se fue afianzando en el tiempo casi sin pensarlo: llamados diarios, mensajes de texto, de voz, de él, de mis amigas preguntándote como va todo, de mi psicóloga preguntándome porque no voy mas, -¿Para que voy a ir si mi problema era la soledad y ya es un tema solucionado?, acordate que habíamos resuelto en la sesión numero doscientos cuarenta que o me compraba un perro o me conseguía un novio y como el perro me salía muy caro de mantener, el novio en principio no –le dije-.

Todo se fue dando tan naturalmente como aprender a caminar, a hablar, a tomar mate sin quemarte, como a decir te quiero a un amigo, abrazarlo y no sentir vergüenza.
De cada siete días, cinco estábamos juntos y luego seis hasta que la semana completa se nos pasaba volando entre casa y casa.
Como quien no quiere la cosa, me encontré haciendo cosas que nunca pensé que iba a hacer por alguien, ya no digo por un hombre: mandarle mensajes de buenos días, de buenas tardes, buenas noches y hasta de buenas madrugadas y esperar los suyos para poder dormir. Cocinar más de dos noches seguidas luego de haber trabajado doce horas completitas. Lavar los platos de la cena romántica además de los acumulados del día anterior, impulsar un cumpleaños sorpresa cuando no festejo ni el mío, entre otras tantas e inexplicables reacciones nacidas de mí, una persona que ya pocos reconocen.
Mientras las escenas mas cursis hollywoodenses eran cosa de todos los días, fuimos modificando, como toda pareja que se digne de tal, la forma de llamarnos.  Primero elegimos diminutivos, luego ridículas onomatopeyas hasta que tomamos el camino sin retorno de llamarnos por nombres de animalitos – motivo de risa de todo el mundo salvo de nosotros dos, claro-.
Pasaron los primeros meses de la relación y en ningún momento nos vimos envueltos en la típica burbuja del enamoramiento alocado que cuando se rompe te salpica de pura e irreversible realidad, si eso era bueno y malo no fue algo que nos develara.

Hasta que un domingo que se perfilaba como cualquier otro, de esos en que cada uno se separa para visitar a sus respectivas familias, momentos antes de cruzar el dintel de su puerta algo me pasó, algo se me confundió entre una libido en estado de ebullición y un sentimiento en estado de sublevación y se me escapo un Te Amo.

(Silencio)

- Se me escapó, no lo quise hacer, lo juro.
- Pero te dije que no tenias que decirlo tan pronto, si venias bien diciendo un cálido Te Quiero: vos le decías te quiero, el te respondía te quiero y ya, todos felices comiendo perdices ¿Porque tenés que complicarla con un Te Amo que termina siendo como un inhibidor de hombres tipo gas pimienta? ¿No te das cuenta que no pueden resistir la frase? Claro, a vos se te escapan las palabras así como así y yo soy el que termino destrozado, llorando por los rincones de la casa de tu vieja, del diván de nuestra psicologa y del asiento del cine un sábado por la noche. Siempre lo mismo, no aprendes mas: o lo decís sin sentirlo solo porque el otro lo dijo primero como cuando tenias veinte, o se te cae así como así, creyendo que el mundo esta preparado para escucharlo. Ahora, nena agarrate porque o sale corriendo o se queda, y si se queda querida ahí te quiero ver – te dice el corazón que para realista pocos como él-.

Luego del sincericidio dicho así como así, de la nada misma o del todo mismo, él te da un abrazo, un silencioso abrazo y me fui a almorzar con mis viejos en un domingo que ya no es como todos los domingos, por que es el día en que le dije por primera vez Te Amo.


Como solo fue un acto fallido digno de ser analizado por todas las sesiones de terapia que te alcancen con los sueldos y aguinaldos venideros de acá al día del juicio final o un exabrupto de mi corazón que ahora se envalentona reprochándote el descuido como si no tuviera nada que ver con el caso no esperas ninguna respuesta de él. O en realidad, sí, espero la misma frase dicha sin el descuido con la que la dije yo, o sea, lo mismo pero sentido verdaderamente.


Un día, en medio de una clase de Origami tan interesante como todas, el celular entona las más bellas notas anunciando un nuevo mensaje de texto de él:
Te Amo. Yo
Lo primero que pensé es que alguien se había equivocado. Que ese mensaje no era para mí, que seguro que el tarado de Max me estaba jugando una broma y que de ser así se iba a tener que olvidar de mi amistad para siempre.
Pero lo leí de nuevo, y el remitente era de él, sin ninguna duda.
Dos palabras, cinco letras, las combinación semántica perfecta que estaba esperando. Con el brazo rojo de pellizcarme al no creer lo que te estaba pasando, interrumpí a una compañera para que me confirme que lo que estaba leyendo era real. Confirmadísimo, el te amo es de él y seguí sin creerlo, y me falta plegar otra alita para que la grulla sea grulla y no un pato pero no me importa y le pedí a otra compañera que termine de plegar el piquito para poder salir a llamarlo y entonces le pregunté a otra si estoy linda cuando me recordó que sólo era una charla telefónica.  

183 días después del Te Amo
Que enorme felicidad. Un hombre en la faz de la tierra que siente igual que yo. Que se juega a todo o nada y que apuesta por un futuro de dos cuartos de helados juntos pero no mezclados.
Comencé a sentir la necesidad de que el mundo lo sepa empezando por mi familia -que es la misma que él se niega a conocer cada vez que se lo planteo-, de pasar mucho mas de siete días a la semana con él y empezar a buscar niditos de amor para dos con habitaciones para tres… o cuatro –aunque no quería ir demasiado rápido-.
 
Pero algo pasó. Luego de mi Te Amo, dicho sin pensar y su meditado Te Amo gradualmente pasamos de nuestros apodos de animalitos, a las onomatopeyas y volvimos a llamarnos solo por nuestros nombres a secas, sin ni siquiera usar los diminutivos.
Comenzaron a ser más frecuentes los días en que vestíamos pijamas ridículos mirando una película de las del montón un sábado a la noche que los que nos esforzábamos por vestirnos bien el uno para el otro.  Aumentaron las salidas de “soltera” que las salidas de “cazada” -sí, con Z- , o lo que es peor, me acompañaba a las salidas con cara de pocos amigos y se iba antes de que termine argumentando cansancio o aburrimiento o ganas de no estar ahí –que era lo mismo-.
No sexo. No charlas. No discusiones -aunque hubiera sido, por lo menos, un modo de comunicación. Nada. Ya no sonaba ni un Te quiero dicho al pasar.

Día 366. Día del No Sos Vos Soy Yo

Una noche en un bar cerca del trabajo, en el mismo donde comenzó todo, no pasó nada más ni nada menos que lo típico:

- Sos la mujer con la que soñé toda mi vida y soy en este momento el hombre más triste del universo porque no te puedo amar como vos me amas a mí. Mirá que lo intenté de muchas maneras, pero me estaba sintiendo mal al no corresponderte en el sentimiento. No Sos Vos Soy Yo.
-¿Vos me estas dejando porque si bien me querés y soy la mujer perfecta para vos, no me podes amar como yo te amo a vos? ¿Que diferencia hay entre los te quiero iniciales y los te amo posteriores? En un principio letras pero debe haber algo mas ¿Será que el te amo implica un nivel de compromiso mayor que el liviano te quiero aunque sea mucho?.

Esa noche no volví a dormir en la misma cama que él. Y mientras me quitaba el poco maquillaje que quedaba luego de que las lágrimas se llevara el resto, me pregunté cual era la diferencia entre mi te amo diciéndolo a los ojos y el suyo vía mensaje de texto.
Silencio. Ése que aturde. El más profundo de los silencios.
Ahí esta la diferencia. Yo lo dije con el mismísimo corazón, a los ojos y con un beso y él lo dijo con los dedos, al celular y a la distancia.

El día que dije Te Amo la relación cambió. Luego de 366 días sin él, puedo decir que cambió para bien.
Pero todavía me sigo preguntado ¿Cuantas vidas uno puede vestir mientras se vive una sola?


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jueves, 2 de agosto de 2012

Treintañeras IV: la que piensa que tiene solo un par de manías… nada más.


Las etiquetas de todos los productos que usás en tu casa mirando hacia el frente. No solo la mayonesa y la mostaza de la heladera, sino los del baño, los del lavadero y si el mono ambiente tuviera mas de una habitación todas las etiquetas mirarían al frente como soldados de una batalla en la que si se suma algún extraño del bando contrario, siempre gana la dueña de casa que en este caso vendrías a ser vos.

La toalla de las manos doblada en dos, el gatito de la fortuna mirando a la puerta junto con el elefante de la suerte, las plantas cerca de la ventana, los sahumerios en el cajón de la izquierda, dos almohadones por cada cuerpo del sillón, las cremas para la cara de un lado las del cuerpo de otro, las remeritas ordenadas por colores calidos y fríos. Los cuchillos con los tenedores y las cucharas grandes con las chicas.
Los libros de autoayuda cerca de los de psicoanálisis, los de ficción en castellano cerca de los de ficción en inglés de cuando intentaste ser bilingüe. En el medio, los apuntes de la facu que no leíste en los últimos diez años pero los tenés ahí por las dudas.
En la botella de agua fría nunca se prepara jugo, el vino que se abre se termina en el acto, si se barre también se plumerea, los vidrios de la ventana no se limpian nunca salvo que llame Perkerman.

A los treinta o treinta y pico, que para estas alturas ya no ninguna diferencia, hay algunas cositas que son así, como inamovibles, algunas costumbres que una tiene incorporada que fueron creadas antes que Dios terminara el mundo al sexto día. Algunas pequeñas manías que está ahí desde que explotó lo que explotó y se creó la galaxia misma, o desde que el mono un día dijo: “Che hoy juega Racing prendé la tele” y se transformó en Homo Sapiens.
Son pocas manías –hombres, sepan que hay muchísimas más- que hay que respetar y Dios me libre y me guarde –diría mi abuelita- de no cumplirlas.

Para terminar les digo a ustedes hombres –que también tienen lo suyo- lo peor es que no hay vuelta atrás y deben saberlo de antemano. Digo que no hay vuelta atrás porque de no cumplirse algunas de estas inocentes reglas de convivencia la angustia y el desánimo se apodera de nosotras y la vida ya no es la misma. Sepan que vamos a hacer un esfuerzo por cambiar el lugar del gatito de la fortuna, pero tengan en cuenta que ya no es lo mismo y no lo será hasta que todo vuelva a su lugar.

Cualquier inconveniente con lo expuesto, queda habilitado el libro quejas.

sábado, 14 de julio de 2012

Treintañeras III: la que se queja de que sus padres no saben mandar un mail y ahora no sabe manejar un Smartphone

(Texto Publicado en Victoria Rolanda el 10 de julio de 2012)

Estás disfrutando de un domingo apacible con tu gata, el mate, el diario prestado del hall del edificio y el olor leña a punto de ser asado de tu vecino, cuando de pronto te encontrás delante de tu nuevo Smartphone. Súper cool, súper touch screen ¡¡¡Súper difícil de domesticar!!!

Todo comenzó cuando le aceptaste a un reverendo desconocido, símil contestadota automática, un cambio de equipo. El que tenías con pantalla ámbar ya no servía ni para despertador. Para vos con llamar y recibir llamadas era suficiente pero no. Pensar así hoy en día sería como tener delante una torta de chocolate y conformarte con la frutilla del medio. ¿Cómo conformarte con una hamaca oxidada si te ofrecen un parque de diversiones en tus manos con miles de opciones para comunicarte con el resto de la humanidad?
Así es que luego de leer el manual de instrucciones en los treinta idiomas disponibles, no podés escapar a la pregunta que toca vorazmente a la puerta de tu ignorancia: ¿Qué corno es un Smartphone?
Así es que como de Smart sólo conoces al Maxwell, el Súper Agente 86, inmediatamente volteás tu cabeza hacia la biblioteca y, con vista de rayo láser, esperás encontrar tu gastado diccionario de la primaria para que te desasne un poco. Pero no sólo no lo encontraste sino que no estás orgullosa de no saber donde quedó en medio de esa biblioteca con muchos libros leídos, otros tantos sin leer y la Tablet en medio, mofándose de tener guardados muchos mas libros de los que serás capaz de leer en un vida.No encontrarlo te da la inevitable nostalgia treintañera, esa que también puede aparecer a los veintipico. Nostalgia de cuando buscabas una palabra por la primera letra, luego por la segunda y tercera  hasta que la encontrabas y luego, una vez aprendida, leías los significados de las palabras aledañas sólo por curiosidad y poco también para no terminar la tarea que siempre era aburridísima.

Fue en ese preciso instante en que el Smartphone comenzó a bailar antes tus narices cantando a cappella y recordándote la  pregunta y entonces te diste cuenta de algo que inevitablemente marca con sello de fuego esto de ser treintañera: podés buscar el significado de Smart Phone en el mismo phone, o sea, en tu mismo teléfono. ¡Increíble! Para cuando te diste cuenta de esto del asado de tu vecino sólo quedaron cenizas. Solo resta hacer un sincero mea culpa con una firme promesa de ayudar a tus viejos a prender la compu y mandar mails por el resto de tu vida