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lunes, 19 de julio de 2010

Alcoyana-Capri

Basta de boludos que nos ilusionan. Somos mujeres, madres –ok, madres todavía no- y argentinas. ¡Viva Perón carajo!

Es el mensaje que le enviás a tu amiga justo en el mismo momento en que el mozo retira los platos que nunca fueron servidos, las copas que nunca fueron brindadas y el mantel que nunca fue manchado más que por migas de la panera que te devoraste mientras lo esperabas a él que nunca llegó.

¿Y porque no? ¿Porque no aceptar todas las citas que se presenten? Quizás alguno me guste, quizás con alguno llegue hasta la segunda cita, la tercera y ,con un poco de suerte y viento a favor, un cine de domingo por la tarde.
Y si, yo me mando. De ahora en más el que me proponga una salida yo le doy pa´ frenchi. Total no pierdo nada. El No ya lo tengo -si habré hecho las locuras más horrorosas con esa excusa, no me alcanzarían las horas de todas las madrugadas del resto de mi vida para enumerarlas-.

Y así empezaste a aceptar toda cuanta cita surgía por mensaje de texto, por chat, por Facebook, en el trabajo, en la parada del 60 un domingo cuando ibas al Tigre con tu vieja, en la puerta de un taxi que disputaste con quien además de compartir el viaje hasta Tribunales compartieron esa misma tarde un chocolate con churros en La Giralda.
Citas de las mas variadas: parrillada completa para cuatro siendo dos; cerveza negra helada contra juguito de limón sin azúcar en una mesa enclenque de ex Palermo Viejo devenido en Palermo Súper Mega Archi New; un sábado de súper acción pero no por sexo, que solo quedó en los ratones de tus ratones, sino por una película de acción que te llevó a ver marca Embole Prodacshions sin pochoclos, ni nachos con queso cheddar ni gaseosa grande, ni un besito de yapa, nada de nada, apenas unos palitos de la selva con el papel pegado imposible de pelar.
Especimenes dignos de alistarse detrás del ultimo ejemplar de la era paleozoica del Museo de Ciencias Naturales de Parque Centenario: el casado aburrido de su mujer pero con ganas de reconstruir su pareja a costa tuyo, un recién separado con ganas de reconstruir su vida, otra vez, a costa tuyo; un soltero vitalicio de la casa de una madre que solo lo alberga para no dejarlo indefenso en medio de una jauría de mujeres al acecho de la codiciada herencia: un televisor a tubo catorce pulgadas, una mecedora de la nona Maria y una corbata de seda italiana del abuelo Santino.
Sin olvidar, aunque la memoria quiera fallar de: un pendejo cruza He-Man y Kent con sello Mattel en la nuca siempre dispuesto a ser tu SexToy 48hs al día pero al que ya le quisieras encontrar el interruptor porque apenas si te bancas dos seguidos en menos de cinco horas; un David Copperfield fuera de ley, ilusionista de Warnes capaz de hacer desaparecer autos y donar algunos sucios morlacos a Felices los Niños para limpiar culpas; un novel escritor devenido en su propio antagonista por no poder encontrar la formula de la gloria pasada y un piloto de avión al que mas que faltarle horas de vuelo para convertirse en Top Gun le faltan hora de cocción para convertirse como mínimo en un ser con categoría de humano.

Restó en las Cañitas. Nueve menos cinco. Esperas en la esquina para disimular ansiedades.
Nadie. En ninguna mesa. Es temprano pensás y te acomodas en una ubicación estratégica desde donde se ve la puerta y la ventana. Te sentas y esperas.

Este si. Éste puede ser. Creí que no llegaba, menos mal que salí rajando del laburo para llegar a tiempo. Decí que conseguí un turno en la peluquería justo en la hora del almuerzo, Marita siempre me deja divina, no se como hace, mira que tiene la misma planchita que yo, esa profesional que me compré a cincuenta cuotas sin intereses junto con el plasma que se compro mi viejo para ver a la selección, que bronca como perdimos contra los Alemanes, que bárbaro. Menos mal que el finde me fui a depilar porque sino el Amazonas era una llanura a lado mío, ahora lo que si, la guacha de Maria Herminia, me tiro unos formularios para firmar a ultimo momento, yo le dije, ¿pero escuchame querida, no me viste nueve horas sentada tipo R2D2, como una yegua mecanizada dale que te dale con la firmita? ¿No podías habérmelos dado antes? No se, digo, quizás antes de franelear con Ricardo en el ascensor entre el cuarto y el quinto. Si, ¿te pensás que no lo sabe nadie? Claro que se sabe, todos lo saben, sobre todo tu ex.

Y media. Que hambre que tengo, pero si pido quedo como una gorda y si tomo un vinito, como una borracha.

Las diez.
Y nos dieron las diez y las once, las doce, la una, las dos y las tres. La puta no viene. Quisiera ir al baño pero mira si me levanto y justo no me ve y se va.

Las doce.
El himno cantado por Charly García suena desde un taxi que estaciona en el semáforo. El chofer lo tararea.
El mozo retira los platos que nunca fueron servidos, las copas que nunca fueron brindadas y el mantel que nunca fue manchado más que por migas de la panera que te devoraste mientras lo esperabas a él.


Entre citas, esperas y desesperas pasó un año. Un año, con sus largos días y sus eternas noches, un año de esa vida que habías creído nunca mas vivir justo cuando lo conociste a él, tu ex, en ese entonces El Elegido, quien había logrado convertir la aburrida agua en vino embriagador, quien demostró que hasta los mares se podían abrir con pensamiento fuerte, el mismo quien terminó bajando la bandera de largada hacia una carrera que ya no querías correr, la de la conquista de otro hombre.

Basta de boludos que nos ilusionan. Otra vez Alcoyana-Capri, le escribís a tu amiga.
Pedite un Malbec y un Mouse de chocolate, te dice, voy para allá.

lunes, 12 de julio de 2010

Cuatro minutos. Una decision

Minuto uno
Tengo cuatro hijos. Estoy recién separado. No puedo tomar vino porque estoy medicado. Este año se define si soy millonario o pierdo todo lo que invertí y la próxima salida me gustaría que te pintes las uñas de rojo para mi.

Minuto dos
No... mentira, risas de parte de él -obvio-. Pedimos?

Esos fueron los primeros dos minutos de la primer cita.
Según indican los especialistas, el común de los mortales adopta una decisión sentimental luego de los cuatro minutos de conocerse.

Minuto tres.
Escudada tras la carta finjiendo una atenta búsqueda culinaria, las voces ajenas de las mesas vecinas se silencian para darle paso a tres pensamientos que te gritan al unísono:

Una certeza: la noche no parece ser la cita soñada y encima recién comienza.
Una pregunta: ¿Que de todo lo que dijo es verdad?
Un dilema: ¿Quedarse y averiguarlo o huir y servir para otra cita?

Minuto cuatro.
¿Que hago?

Qué difícil es ser valiente en estos momentos cuando lo que en realidad te nace es ser cobarde e huir para poder servir para otras citas –San Antonio patas arriba mediante para que las haya-. Pero me extraña de vos, no te enseñamos a huir tipo rata por tirante de las situaciones difíciles dice una voz que no se cansa de imitar a la de tus viejos sobre todo en el gesto con el dedo índice inquisidor apuntando justo entre tus cejas.
Despacio asomas la cabeza por encima de la carta que oficia de escudo y relojeás a tu alrededor en búsqueda de un rostro que desde otra mesa haya escuchado lo que vos: que el pibe tiene cuatro hijos, que está recién separado, que se medica diariamente y que te promete, fetiche de uñas rojas mediante, un futuro de contigo pan y cebolla o contigo fina masa levada con verdes rúculas y tomates disecados al Sunrise –juro que lo leí en una carta en Palermogólico y me pareció genial, sobre todo la parte en donde ni el mozo sabía explicarte que quizo decir el poeta que hace las veces de cocinero-. Obvio que nadie escucho nada, es mas, con suerte a ellos no les toco escuchar algo similar en toda su vida, por eso sonríen felices con gestos de placentero relax en sus rostros, no como el tuyo en donde la boca reproduce fielmente tu estado interior: no sabe si sonreir y comentar “Que chistoso que sos, ¿te ganas la vida asi? Pero porque no te contas uno de gallegos y nos reimos todos” o quedarse impávida esperando que desmienta todo diciendo: “¿Te lo creíste?, es un chiste linda, ¿que querés cenar?”. En cualquiera de los dos casos estas en total derecho de pensar: Este se creyó Olmedo, Biondi y Porcel todos juntos. Si así arranca la noche ni me quiero imaginar como vamos a terminar.

Tu boca junto con vos deciden esperar. Esperar a que nada de lo dicho sea verdad, a que todo lo dicho sea solo un recurso de esos que les encanta usar a los hombres para amenizar los primeros minutos de una cita, digamos, para romper un hielo que a esa altura tiene más kilómetros cuadrados que el Perito Moreno; esperar a que de su boca surja algo que justifique el tiempo que estas pasando con él en lugar de estar en tu casa pasándolo divino con vos misma degustando tu cuarto de helado vanguardista que te quedó en el freezer y que sabes que nadie va a tocar porque obviamente vivís sola.

Justo cuando el sutil reloj de la intuición esta por marcar los primeros cuatro minutos de tu cita él eleva su mirada de la Antología de poetas y cocineros contemporáneos –o carta, como prefieras llamarla- y felizmente replica: ya se que querías comer pastas pero te digo que acá la pizza a la leña es genial y a vos te quedaría divino comerla con la manos si tuvieras las uñas pintadas de rojo.

En el minuto cinco te encontrás parando un taxi en la esquina mientras te miras las uñas y pensas que en cuanto llegues a tu casa tiras todos esmaltes rojos que tengas en el aparador del baño, que a la leña solo queres comer el asado de tu viejo y que único hielo que esperas que se corte es el que te separa del tu cuarto de helado diezmado anoche y vos.

jueves, 1 de julio de 2010

All you need is un sillón

En la mano derecha un juego de llaves que todavía tintinean con un pelota de Racing. En la otra un grabador simil Spika con mp3 comprado en Palermo Choto. A un costado firme como mascota fiel, un jarronazo chino regalo de concubinato. Esos son los números de un bolillero que sorteó mal el premio. Es todo lo que te toco de la repartija de bienes que acabas de cerrar con tu ahora ex novio, ex amigo –porque antes fueron amigos-, ex socio –porque antes de antes, osea en la prehistoria de la relación, fueron socios en un local de ropa de diseño o para ser francos, porque vamos a ser de francos de una buena vez –eso le dijiste y termino yéndose-, para ser francos, lo que vendían no eras mas que un choque de gemelos fantásticos entre prendas del Cottolengo y pitucones de telas resaca de Eleven –Once para los amigos, así como es Flowers a Flores y Little Horse a … el que adivina se gana un premio Alcoyana o de Capri o un Berugo Carámbula articulado- como decía, un choque de gemelos fantásticos que activaba en forma de “ropa vintage de diseño” capaces de no pagarse de acá al día de la Segunda Venida, osea nunca.

De la Spika de plástico –no hablemos de plásticos porque las suspendió a todas y no por dos partidos, sino por todo el campeonato- suena esa canción que hoy pasa a rankear puesto numero uno en la black playlist junto con canciones que te hacen recordar a cada uno de tus ex, una lista con mucho mas gigas que la otra, la que asocias a los momentos felices: vacaciones de amigas en brasil con culos ensungadihos, fiestas de vergüenza pasar, caipirinhas en departamentos ajenos, públicos, privados, lejanos. Suena la más bella de las canciones por esperanzadora y por eso mismo la mas horrorosa, ademas, por tramposa: All you need is love de los cuatro fantásticos, como yo los llamo.
¡All you need is love! ¿Hace falta que cuatro genios te griten en la cara que todo lo que necesitas es amor? ¿Y que hacemos las personas como vos o como yo que a los treinta solo podemos intuir algo sobre el amor, ya que si bien hemos tenido todos los síntomas, todavía no dimos con el diagnóstico final? Además, a esta edad cada vez que se nombra la palabra Amor el link va derecho sin escalas al que te puede dar un hombre –hablo de una pareja, no cualquier hombre: tu jefe, tu padre, el repositor externo del Día y su camisa nevada- ni siquiera hablo del amor filial aunque seas el quinto de los hermanos Riganti o que tus viejos sean la sexta generación viva de tanos que llenan tomos enteros de guías telefónicas en un pueblito al sur de Nápoles. No. Hablo de amor de pareja. A ver si se entiende, no jodamos. Es el único amor en el que se piensa a los treinta y ni hablar cuando ya te pasas de las tres decenas y empezás a escatimar todo recurso que delate tu edad, tipo las velas de la torta de cumpleaños que de pasar a ser la fogata de San Pedro y San Pablo pasa a ser un Cachafaz con una vela aromatizada de decoración.
Pero cuando del capitulo anterior solo te queda dar vuelta la pagina y leer lo que sigue, crees cada vez menos en que todo lo que necesitas es amor y mas cuando el único amor al que le conocías los síntomas es ese que te acaba de poner el punto final.

La ventana abierta, la memoria de una cortina que ya no te protege de tu vecino solterón y su madre que teje de día para destejer de noche, unas paredes tatuadas con los muebles que tanto te costaron subir por las escaleras y que tan fácil bajaron por el ascensor –casi como tu relación- un parquet rayado por el perro que también bajo junto con los muebles y con él, una casa demasiado llana para ser un lugar habitable y entonces vuelve a sonar el tema pero esta ves se evapora desde un auto que pasa nueve pisos abajo, justo por la esquina de Florida y Cangallo, como todavía la llamás, porque Perón es mala palabra, te lo enseñó tu viejo al mismo momento en que te chasqueaba la mano cuando agarrabas el tenedor en forma de cuchara.

Love. Love. Love.
Nowhere you can be that isn’t where you’re meant to be.

Ningún lugar a dónde puedas estar que no sea donde tenías que estar. ¿Yo tenia que estar acá… así, sin ni siquiera el toallón de las chicas Muito Poderosas que compré de raje en Camboriú? ¿Que hay de que puedo modificar el destino, que decrete lo positivo, etc, etc, etc? ¿Qué, con que todo depende de uno, la Ley de atracción y la mar en coche? Estos son los momentos en que te sentís una entupida capaz de incinerar todos tus libros de metafísica básica a lo Guy Montag y gritar por el balcón con las palmas hacia arriba: mis queridos descamisados yo no valgo por lo que soy sino… ¿por lo que descubro cuando dejo de serlo?. Sino estuviera la vieja de enfrente a la que sabes que cualquier ruido le hace saltar el punto, lo gritarías por lo menos a los dos vientos que cruzan la esquina.

Dejaste de ser. De ser vos. Nunca supiste cuando. Tampoco cuando tu casa dejo de serlo o lo que es peor, si algún momento fue una. Y ahí estas, parada en el medio del living casi a medio vivir, cuando en un rapto de lucidez –uno cada muerte de obispo y hoy justo se murió uno- intuís que algo le falta… algo que te acaricie y esta vez no estas hablando de hombres. Algo que te haga sentir en casa, algo que cuelgue el cartel de Hogar y no precisamente de ancianos, algo mullido (que linda palabra)… un sillón. Uno que te abrase, que contenga tus formas, que te haga dormir, uno que te sienta bien, un sillón para volver a ser tu casa. Para volver a ser vos.
¿Los hombres? Los hombres ya vendrán.
It´s easy. Es fácil