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jueves, 2 de agosto de 2012

Treintañeras IV: la que piensa que tiene solo un par de manías… nada más.


Las etiquetas de todos los productos que usás en tu casa mirando hacia el frente. No solo la mayonesa y la mostaza de la heladera, sino los del baño, los del lavadero y si el mono ambiente tuviera mas de una habitación todas las etiquetas mirarían al frente como soldados de una batalla en la que si se suma algún extraño del bando contrario, siempre gana la dueña de casa que en este caso vendrías a ser vos.

La toalla de las manos doblada en dos, el gatito de la fortuna mirando a la puerta junto con el elefante de la suerte, las plantas cerca de la ventana, los sahumerios en el cajón de la izquierda, dos almohadones por cada cuerpo del sillón, las cremas para la cara de un lado las del cuerpo de otro, las remeritas ordenadas por colores calidos y fríos. Los cuchillos con los tenedores y las cucharas grandes con las chicas.
Los libros de autoayuda cerca de los de psicoanálisis, los de ficción en castellano cerca de los de ficción en inglés de cuando intentaste ser bilingüe. En el medio, los apuntes de la facu que no leíste en los últimos diez años pero los tenés ahí por las dudas.
En la botella de agua fría nunca se prepara jugo, el vino que se abre se termina en el acto, si se barre también se plumerea, los vidrios de la ventana no se limpian nunca salvo que llame Perkerman.

A los treinta o treinta y pico, que para estas alturas ya no ninguna diferencia, hay algunas cositas que son así, como inamovibles, algunas costumbres que una tiene incorporada que fueron creadas antes que Dios terminara el mundo al sexto día. Algunas pequeñas manías que está ahí desde que explotó lo que explotó y se creó la galaxia misma, o desde que el mono un día dijo: “Che hoy juega Racing prendé la tele” y se transformó en Homo Sapiens.
Son pocas manías –hombres, sepan que hay muchísimas más- que hay que respetar y Dios me libre y me guarde –diría mi abuelita- de no cumplirlas.

Para terminar les digo a ustedes hombres –que también tienen lo suyo- lo peor es que no hay vuelta atrás y deben saberlo de antemano. Digo que no hay vuelta atrás porque de no cumplirse algunas de estas inocentes reglas de convivencia la angustia y el desánimo se apodera de nosotras y la vida ya no es la misma. Sepan que vamos a hacer un esfuerzo por cambiar el lugar del gatito de la fortuna, pero tengan en cuenta que ya no es lo mismo y no lo será hasta que todo vuelva a su lugar.

Cualquier inconveniente con lo expuesto, queda habilitado el libro quejas.

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