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lunes, 25 de marzo de 2013

Treintañeras VI: La que solo sabe que no sabe nada



Ya sé que no tiene nada que ver con la edad. Todos me lo recuerdan de alguna manera. Sobretodo cuando este blog se llama como se llama. Pero es evidente que no fuimos las mismas a los diecipico, ni a los veintipico que a los treintaypico y tampoco lo serenemos en las edades venideras, porque si antes te sentías una adolescente arrolladora y sabelotodo, a los veinte una revolucionaria imparable a los treinta te sentís una duda con patas pero con una sola certeza: que el tiempo pasa y solo sabes que no sabes nada.

Parece que no pero sí. La duda se escurre sigilosa por las hendijas que creíste ingenuamente, haber sellado con años y muchas, muchísimas sesiones de terapia. Silenciosa se arrastra por los polvorientos pisos de tu conciencia hasta que un día de fin de semana, que suelen ser esos días en donde el ocio se transforma en un inmanejable muñeco de trapo, aparece ella y te dice: Hola, soy la Duda y vine a quedarme. No te hagas problema por mí, me arreglo en el sillón, no tengo frío ni calor, no bebo y solo me alimento de vos, tus inseguridades y de las preguntas que nunca quisiste responder, o sea: ¿Que carajo quiero ser o hacer de mi vida?

Mientras se acomoda en tu hermoso sillón, repletísimo de almohadones multicolores, tu gata sale despavorida y ya quisieras tener sus habilidades para seguirla por los tejados, pero como lo hiciste muchos años, te parece que es hora de que te sientes cara a cara con Ella, que hasta se ve medio viejita desde la ultima vez que apareció y le propones hablar a culotte quitado -o tanga o vedetina o bombachudo, lo que sea que uses-.
Así es que por primera vez en tu vida le propones o, mejor, te propones hablar con la verdad, con esa verdad que deja al descubierto que no te hiciste cargo de vos y de lo que te pasaba en lo mas mínimo. La verdad, le decís, es que quiero ser y hacer un montón de cosas y solo me sale lo contrario, absolutamente todo lo contrario. 
Mientras la Duda mira por la ventana como se aleja tu gatita, ríe, en tu mismísima cara, se ríe y se pone descaradamente más rozagante, como mas joven y lozana, como alimentada por ella misma y también por la Contradicción que sigilosa entró sin llamar a la puerta y se acomoda en tu puff rojo pasion.

De repente sos parte de un ménage à trois en donde nadie te pregunto si te copaba la idea, pero como parece que el fiestorro es  imposible de parar, no te queda otra que abrirte paso en el sillón, acomodarte como si fuera el diván de tu psico y proseguir como si ellas te hubieran preguntado: ¿Y vos que pensás de esto, como lo podes relacionar?
Es ahí cuando te colgás nuevamente de la soga de la autocompasión para cruzar y esquivar el arroyo desquiciado de la verdad y le decís a las dos que no es tan fácil encontrar la respuesta y que si la tuvieras, hoy no estarías en tu casa acorralada por dos entrometidas como ellas. Pero la soga queda corta y entonces la caída libre al arroyo te hace confesar que sí, que lo podes relacionar con algo o en realidad con nada, que es lo mismo. Justamente La Nada, ese vacío que te provoca el abismo debajo de tus pies que nace del hecho de hacerte cargo de la vida que querés realmente tener y no de la que alguna vez pensaste que era la correcta o que te hicieron pensar y te la creíste. O sea tomar las riendas del caballo desbocado de la duda y la contradicción y dejarte de joder de una vez por todas.

Justo en ese momento, cuando gritaste esa ultima frase, tu gata te escucho y volvió porque le sonó a orden y ella cuando le dan una orden, obedece. La Duda y la Contradicción, se miraron, miraron a la gata, te miraron y te dijeron: que fabuloso sería si vos obedecieras tus propias ordenes así como lo hace tu gata, eso es todo por hoy.

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