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El día en que le dije Te Amo la relación
cambió. Cambió para mal.
183 días antes del Te Amo
La historia comenzó por casualidad. Estaba sin ánimos de conocer a nadie. A
nadie que me complique demasiado la vida. Una vida que siempre quise llevar y
que me costó lograr. Una vida nacida como por revancha de esa otra que dejé que
alguien construyera por mí y que no me permití hacer realidad hasta ahora,
momento en el que también me pregunto: ¿Cuantas vidas uno puede vestir mientras
se vive una sola?
Si me preguntas como lo conocí te contesto que no pasó nada más ni nada menos
que lo típico. Noche de chicas solteras en un bar cerca del trabajo y al lado,
justo donde las miradas no necesitan de anteojos para ver de lejos, una mesa
de solteros con un solo objetivo: no
dormir solos por lo menos por esta noche. Miradas van, risas vienen, los
muchachos se entretienen y nosotras que otra vez caímos en el típico juego de
aceptar con falsa sorpresa una avalancha de frases robadas sin discreción de sobres
de azúcar seguidas, ademas, de un sin fin de acciones estereotipadas en cadena
que – a pesar de todo- le terminaron
funcionando a él. A él que una vez más se levantó una minita y a mí que una vez
más me dejé llevar por mi libido en alza hasta el punto de que, al día
siguiente, estoy en el baño del trabajo, sonriendo frente al espejo y frente a
la pregunta en forma de mensaje de texto calentito recién salido de su celular:
¿Salimos?
Y entonces, como pasa siempre, el poder de los Gemelos Fantásticos se activa,
pero no para convertirme en cubo de agua, sino en una excelente estratega,
experta en manejo de tiempos, ansiedades y modos de respuesta a este tipo de
invitaciones. Hago silencio para escuchar la voz de la experiencia que me susurra
al oído que en este tipo de situaciones hay dos maneras de reaccionar.
Uno, le contesto al toque sabiendo que él se va
a dar cuenta de que estoy esperando su contacto mas que el delivery de comida
casera amigo de solitarios incapaces de cocinarse o ,dos, me hago la que no
importa ese mensajucho y aún sabiendo que él se da cuenta que me estoy haciendo
la Diosa pero que voy a caer como un mosquito, mas temprano que tarde, le
contesto al otro día a la hora after office porque es ese momento del día que
pareciera que le contesto porque es mi ultimo plan sin que él se de cuenta que
es mi único plan.
Aclaración para las chicas: la invitaciones a
salir de ninguna forma se contestan a la mañana del día siguiente, porque
deschabás al toque tus altísimas ganas de estar con él o con alguien (que no es
lo mismo) y luego es dificilísimo limpiar tu imagen de Sola Desesperada.
Aclaración para los chicos: si reciben una contestación a la mañana, no
necesariamente ella esta muerta por vos, quizás el mensaje lo tenía en la
bandeja de salida y se envió sin previa orden.
Chicas: aunque estemos muy interesadas con el
muchacho en cuestión lo último que se pierde es el Glam (de Glamour: termino
acuñado en la Bolu Sosaiety para describir la condición de fashionista
pelermitano venido a menos con aires de venido a mas) y a lo que primero se
culpa es a la tecnología. Siempre es mejor decir un “No se que pasó, te juro
que nunca apreté Send” a quedar como unas desesperadas.
Volviendo al tema, el problemón es cuando te haces la “Diosa No Me Importa Nada”
y te sale mal porque él no contesta y la salida se frustra porque claramente él
tomó la rienda de la situación y vos vas volver a ser la Cenicienta que eras
sin siquiera haberte probado el zapatito de cristal.
Pero en esta historia él contestó rápidamente y lo
que siguió fue lo de siempre: taxi en mi puerta para llegar por mi propios
medios –me pregunto porque ya no está de moda el elegante gesto de que te pasen
a buscar-, cena, tragos que van y vienen, comentarios político livianos, tanto
como para no terminar en bandos contrarios, y muestras gratis de besos
tanteadores que tienen por objetivo diagnosticar si todo da para que termine en
un único lugar: su/mi cama.
La primera cita fue buena, la segunda muy buena,
la tercera excelente y así sucesivamente hasta que la relación se fue afianzando
en el tiempo casi sin pensarlo: llamados diarios, mensajes de texto, de voz, de
él, de mis amigas preguntándote como va todo, de mi psicóloga preguntándome porque
no voy mas, -¿Para que voy a ir si mi problema era la soledad y ya es un tema
solucionado?, acordate que habíamos resuelto en la sesión numero doscientos
cuarenta que o me compraba un perro o me conseguía un novio y como el perro me
salía muy caro de mantener, el novio en principio no –le dije-.
Todo se fue dando tan naturalmente como aprender
a caminar, a hablar, a tomar mate sin quemarte, como a decir te quiero a un
amigo, abrazarlo y no sentir vergüenza.
De cada siete días, cinco estábamos juntos y luego
seis hasta que la semana completa se nos pasaba volando entre casa y casa.
Como quien no quiere la cosa, me encontré haciendo cosas que nunca pensé que
iba a hacer por alguien, ya no digo por un hombre: mandarle mensajes de buenos
días, de buenas tardes, buenas noches y hasta de buenas madrugadas y esperar
los suyos para poder dormir. Cocinar más de dos noches seguidas luego de haber
trabajado doce horas completitas. Lavar los platos de la cena romántica además
de los acumulados del día anterior, impulsar un cumpleaños sorpresa cuando no
festejo ni el mío, entre otras tantas e inexplicables reacciones nacidas de mí,
una persona que ya pocos reconocen.
Mientras las escenas mas cursis hollywoodenses
eran cosa de todos los días, fuimos modificando, como toda pareja que se digne
de tal, la forma de llamarnos. Primero
elegimos diminutivos, luego ridículas onomatopeyas hasta que tomamos el camino
sin retorno de llamarnos por nombres de animalitos – motivo de risa de todo el
mundo salvo de nosotros dos, claro-.
Pasaron los primeros meses de la relación y en
ningún momento nos vimos envueltos en la típica burbuja del enamoramiento
alocado que cuando se rompe te salpica de pura e irreversible realidad, si eso
era bueno y malo no fue algo que nos develara.
Hasta que un domingo que se perfilaba como
cualquier otro, de esos en que cada uno se separa para visitar a sus
respectivas familias, momentos antes de cruzar el dintel de su puerta algo me pasó,
algo se me confundió entre una libido en estado de ebullición y un sentimiento
en estado de sublevación y se me escapo un Te Amo.
(Silencio)
- Se me escapó, no lo quise hacer, lo juro.
- Pero te dije que no tenias que decirlo tan
pronto, si venias bien diciendo un cálido Te Quiero: vos le decías te
quiero, el te respondía te quiero y ya, todos felices comiendo perdices ¿Porque
tenés que complicarla con un Te Amo que termina siendo como un inhibidor
de hombres tipo gas pimienta? ¿No te das cuenta que no pueden resistir la
frase? Claro, a vos se te escapan las palabras así como así y yo soy el que
termino destrozado, llorando por los rincones de la casa de tu vieja, del diván
de nuestra psicologa y del asiento del cine un sábado por la noche. Siempre lo
mismo, no aprendes mas: o lo decís sin sentirlo solo porque el otro lo dijo
primero como cuando tenias veinte, o se te cae así como así, creyendo que el
mundo esta preparado para escucharlo. Ahora, nena agarrate porque o sale
corriendo o se queda, y si se queda querida ahí te quiero ver – te dice el
corazón que para realista pocos como él-.
Luego del sincericidio dicho así como así, de la
nada misma o del todo mismo, él te da un abrazo, un silencioso abrazo y me fui a
almorzar con mis viejos en un domingo que ya no es como todos los domingos, por
que es el día en que le dije por primera vez Te Amo.
Como solo fue un acto fallido digno de ser analizado por todas las sesiones de
terapia que te alcancen con los sueldos y aguinaldos venideros de acá al día
del juicio final o un exabrupto de mi corazón que ahora se envalentona
reprochándote el descuido como si no tuviera nada que ver con el caso no
esperas ninguna respuesta de él. O en realidad, sí, espero la misma frase dicha
sin el descuido con la que la dije yo, o sea, lo mismo pero sentido
verdaderamente.
Un día, en medio de una clase de Origami tan interesante
como todas, el celular entona las más bellas notas anunciando un nuevo mensaje
de texto de él:
Te Amo. Yo
Lo primero que pensé es que alguien se había
equivocado. Que ese mensaje no era para mí, que seguro que el tarado de Max me
estaba jugando una broma y que de ser así se iba a tener que olvidar de mi
amistad para siempre.
Pero lo leí de nuevo, y el remitente era de él,
sin ninguna duda.
Dos palabras, cinco letras, las combinación
semántica perfecta que estaba esperando. Con el brazo rojo de pellizcarme al no
creer lo que te estaba pasando, interrumpí a una compañera para que me confirme
que lo que estaba leyendo era real. Confirmadísimo, el te amo es de él y seguí
sin creerlo, y me falta plegar otra alita para que la grulla sea grulla y no un
pato pero no me importa y le pedí a otra compañera que termine de plegar el
piquito para poder salir a llamarlo y entonces le pregunté a otra si estoy linda
cuando me recordó que sólo era una charla telefónica.
183 días después del Te Amo
Que enorme felicidad. Un hombre en la faz de la tierra que siente igual
que yo. Que se juega a todo o nada y que apuesta por un futuro de dos cuartos de
helados juntos pero no mezclados.
Comencé a sentir la necesidad de que el mundo lo sepa empezando por mi familia
-que es la misma que él se niega a conocer cada vez que se lo planteo-, de pasar
mucho mas de siete días a la semana con él y empezar a buscar niditos de amor
para dos con habitaciones para tres… o cuatro –aunque no quería ir demasiado rápido-.
Pero algo pasó. Luego de mi Te Amo, dicho sin pensar y su meditado Te
Amo gradualmente pasamos de nuestros apodos de animalitos, a las
onomatopeyas y volvimos a llamarnos solo por nuestros nombres a secas, sin ni
siquiera usar los diminutivos.
Comenzaron a ser más frecuentes los días en que
vestíamos pijamas ridículos mirando una película de las del montón un sábado a
la noche que los que nos esforzábamos por vestirnos bien el uno para el otro. Aumentaron las salidas de “soltera” que las
salidas de “cazada” -sí, con Z- , o lo que es peor, me acompañaba a las salidas
con cara de pocos amigos y se iba antes de que termine argumentando cansancio o
aburrimiento o ganas de no estar ahí –que era lo mismo-.
No sexo. No charlas. No discusiones -aunque
hubiera sido, por lo menos, un modo de comunicación. Nada. Ya no sonaba ni un
Te quiero dicho al pasar.
Día 366. Día del No Sos Vos Soy Yo
Una noche en un bar cerca del trabajo, en el mismo donde comenzó todo, no pasó
nada más ni nada menos que lo típico:
- Sos la mujer con la que soñé toda mi vida y
soy en este momento el hombre más triste del universo porque no te puedo amar
como vos me amas a mí. Mirá que lo intenté de muchas maneras, pero me estaba
sintiendo mal al no corresponderte en el sentimiento. No Sos Vos Soy Yo.
-¿Vos me estas dejando porque si bien me querés y soy la mujer perfecta para
vos, no me podes amar como yo te amo a vos? ¿Que diferencia hay entre los te
quiero iniciales y los te amo posteriores? En un principio letras
pero debe haber algo mas ¿Será que el te amo implica un nivel de
compromiso mayor que el liviano te quiero aunque sea mucho?.
Esa noche no volví a dormir en la misma cama que
él. Y mientras me quitaba el poco maquillaje que quedaba luego de que las lágrimas
se llevara el resto, me pregunté cual era la diferencia entre mi te amo diciéndolo
a los ojos y el suyo vía mensaje de texto.
Silencio. Ése que aturde. El más profundo de los silencios.
Ahí esta la diferencia. Yo lo dije con el mismísimo corazón, a los ojos y con
un beso y él lo dijo con los dedos, al celular y a la distancia.
El día que dije Te Amo la relación
cambió. Luego de 366 días sin él, puedo decir que cambió para bien.
Pero todavía me sigo preguntado ¿Cuantas vidas
uno puede vestir mientras se vive una sola?
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